Por Franklin Onésimo Tavárez Sánchez. MAM./MAM.
… Caía la tarde y después de grandes esfuerzos conseguí la fortuna que ahora pide ladronorte en su asalto a casas humildes como la mía.
Salí raudo de mi vehículo ya aparcado en el frente de la Farmacia de la Dra.
Madera y aunque la distancia era corta, no atiné a darme cuenta que la fuerte suma de dinero cayó de mis cosillos y le sonreí en señal de saludos al joven motorista que aparcaba cerca de la puerta.
En menos de 30 segundos llegué a la caja de la farmacia para pagar la estafa de ladronorte, pero con sorpresa noté que el botín no estaba en mi bolsillo y salí rumbo al vehículo, pero mis recursos ya habían desaparecido.
Tuve que volver a casa para tomar un nuevo préstamo, a fin de pagar el hurto que ladronorte impone ( hasta que suceda el milagro que otros ciudadanos como yo esperamos, cuando pueda conseguir paneles solares y descansemos del saqueo).
Volví a la farmacia de la Dra. Madera e hice el pago y luego le pedí revisar la cámara y en ella vimos cómo se caía mi dinero en el parqueo y yo ingresaba al negocio sin darme cuenta, mientras el joven que antes saludé con amabilidad, miraba para todos lados y se adueñaba de algo que vio era mío, pero que prefirió robarse, marchándose desde la parte frontal de la botica.
Miré una y otra vez la cámara – con la evidencia- y confirmé que no muchos tienen los valores que me enseñó mi padre. e impotente abandoné el lugar, puse en manos del creador la manera de cobrarle al ladrón del parqueo -del cual no sé si es más saqueador que Ladronorte y me dispuse a narrarles esta historia, por la que doy gracias a Dios, pues ya de nada me quejo…
Ustedes qué me opinan?
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