Por César Gutiérrez Sarit///EPC DOMINICANA-MEDIOS
En Esperanza.-Al leer y valorar el esfuerzo de mi amigo, José Valenzuela, en escribir sobre el origen y la evolución del merengue, me animo a hacer un humilde aporte, fruto del interés popular y de mi frustrada tendencia artística.
Lo primero es que debemos partir de las hipótesis y no de una, la del querido compositor e interprete, dominicano, Fradique Lizardo, quien dedico gran parte de su vida a la música folklórica, cultural y popular, donde siempre uso instrumentos de vientos y sonidos.
Hay que leer lo que sobre este tema han escrito, expertos en el genero merengue, aquí les traigo algunas opiniones.
En opinión de la profesora de Folclore, Literatura Dominicana e Historia de la Música, Flérida de Nolasco, fue alguien, sólo conocido como Alfonseca quien inventó el merengue.
El compositor arreglista y miniaturista santiagués, Don Julio Alberto Hernández, el origen del merengue, se pierde en las brumas del pasado.
En tanto que el apasionado seguidos del merengue, Rafael Vidal, señala que esta nació con carácter de melodía criolla tras la batalla de Talanquera donde triunfaron los dominicanos. Esto no se puede considerar mas que la exclamación de un afanado bailador merenguista.
Al parecer el problema es centra en la transformación del merengue, de una música callejera, con cuerdas a la percusión y de un publico popular a los escenarios de la alta sociedad y los gobernantes de entonces, siendo la teoría de Lizardo, la mas socorrida, ya que s estila que el merengue se desprende de una música cubana llamada UPA, teniendo una parte que se llamaba me-rengue. La UPA pasó a Puerto Rico, de donde llegaría a Santo Domingo a mediados del siglo pasado.
Al parecer Lizardo se acerca al origen del asunto. En 1844 el merengue aún no era popular, pero ya en 1850 se puso de moda, desplazando a la Tumba. A partir de ese momento tuvo muchos detractores.
A principios de la década de 1850 se desató en los periódicos de la capital dominicana, una campaña en defensa de la Tumba y en contra del merengue que reflejaba el auge que iba adquiriendo este ritmo en detrimento de la primera.
Don Emilio Rodríguez Demorizi dice: «Los orígenes del merengue siguen pues, en la niebla. No parece que pueda atribuirse a origen haitiano. De haber tenido esa oscura procedencia no habría gozado de boga alguna en 1855, época de cruentas luchas contra Haití; ni los que en ese año repudiaban al merengue habrían dejado de señalar tal procedencia como suficiente motivo. Tampoco lo señaló Ulises Francisco Espaillat en sus escritos contra el merengue en 1875».
A mediados del siglo pasado, de 1838 a 1849, un baile llamado URPA o UPA Habanera, se paseó por el Caribe llegando a Puerto Rico donde fue bien recibido.
Este baile tenía un movimiento llamado merengue que al parecer es la forma que se escogió para designar el baile y llegó a nuestro país donde ni siquiera se mencionó en los primeros años.
Posteriormente fue bien acogido y hasta el coronel Alfonseca escribió piezas de la nueva música con títulos muy populares como «¡Ay, Coco!», «El sancocho», «El que no tiene dos pesos no baila», y «Huye Marcos Rojas que te coge la pelota».