Mis Crónicas infantiles -La muerte de mi edecán
Por Franklin Onésimo Tavárez Sánchez Me tocó cursar el sexto grado en el Alto Damagua, a una distancia lejanda de mi campo natal Lomas de Maimón y por un gran tiempo tú me acompañabas y me cargabas para que fuera menos difícil el trayecto.
Eran los días de un cuaderno partido a la mitad para dos y un lápiz compartido, en el que aveces me tocaba la parte del borrante y otras no. Lo cierto es que fue un año extraordinario bajo la asesoría del Maestro Porfirio González, en una escuela de única aula repartida para cuatro grados.
Tú siempre me esperaste en el traspatio de la escuela para llevarme de regreso hasta mi destino hogareño y yo, al llegar a casa, siempre procuraba colocarte en la ladera cercana a la casa para que comieras bien.
Fuíste mi primer compañero de desplazamiento, vehículo viviente que permitió la continuidad de mis estudios y poner alas a los sueños de crecer académicamente, mientras en recreo disfrutaba los helados de cuadritos en la casa /colmado de Dominguito Ulloa.
Aún conservo en mi memoria las canciones de Maris Polanco, Neris Ozoria, la tranquilidad de Altagracia y de Carmen, así como la voz fuerte del Profesor Nedy que impartía tercero y cuarto, pero de igual modo a ti, amigo mío te recuerdo 40 años después.
Un día fatídico salí a los linderos donde te había puesto para que comieras suficiente y al verte, tirado sobre la yerba, con tu panza llena, le dije a mi hermano mayor que hoy si habías comido lo suficiente.
Sin embargo, fue él, Nicolas Tavarez, quien me hizo volver en sí, al hacerme caer en cuenta que la gordura de tu cuerpo no era por la Yerba, mas bien, habías expirado, ahorcado al deslizarte loma abajo en busca de malezas…
El resto del año tuve que terminarlo yendo sobre mis pies al distante centro educativo, mientras un dolor me laceraba.
Te habías ido sin previo aviso, mi estimado burrito.
Nota;
El autor es Contador /Administrador /Mercadólogo/Educador y Comunicador