Por Ramón de Luna///EPC DOMINICANA-MEDIOS
En Santiago.-Con la muerte del Mayor General Antonio Imbert Barrera, desaparece el último de los que ajusticiaron al tirano Rafael Leónidas Trujillo, hecho acontecido aquel 30 de mayo de 1961.
Imbert Barrera y sus compañeros se vistieron de gloria en esa fecha, pues libraron al país del dictador que sojuzgó a los habitantes de nuestra Nación por treinta largos años, tiempo en que se perdieron los derechos inherentes a la persona y en donde solo imperaba la férrea voluntad del dictador más criminal que haya conocido América.
Para realizar la peligrosa tarea de eliminar al tirano había que estar dotado de mucho valor y mucha decisión y solo los que vivimos aquellos años de dictadura podemos aquilatar esos valores de los que se trazaron la tarea del ajusticiamiento.
Varios de los complotados perecieron tras el intento, entre ellos, el Teniente Amado García Terrero, valeroso militar que fue clave para que se llevara a cabo la peligrosa acción, así como sucedió con los bravos Antonio de la Maza y el General Juan Tomás Díaz, acorralados en la Avenida Bolívar, quienes vendieron bien caro sus vidas. Los demás complotados que fueron detenidos mueren asesinados en la finca María por Ramfis Trujillo.
Barrera Imbert vivió escondido por largo tiempo y tras la huída de los familiares del déspota sale a la claridad y es honrado con uno de los más altos rangos en el militarismo dominicano.
Hay que señalar que el General incurre en el error de apoyar el golpe de Estado contra el Profesor Juan Bosch en 1963 y, peor aún, se presta para formar el llamado “gobierno de reconstrucción nacional”, instigado por las tropas interventoras de los Estados Unidos, decisión muy cuestionada posteriormente, ya que en su efímero mandato se cometieron crímenes horrendos en la zona Norte de Santo Domingo.
A favor de Imbert Barrera diremos que tal vez incurrió en esos graves yerros por su escasa preparación política, pues posteriormente y en algún momento de reflexión, debe haberse arrepentido de los mismos. Hubiésemos preferido que se inhibiera de participar en el golpe contra Bosch, así como de servir a los intereses gringos durante la Guerra Patria de 1965. Así hubiese conservado la aureola de que se revistieron todos los complotados en la valiente tarea de librarnos de aquella oprobiosa tiranía.
De todas formas, ha sido lamentable su muerte. La odisea de ser uno de los autores principales de la misma, nos hace perdonarle sus posteriores errores.
¡Qué Dios lo haya acogido en su Seno y le impartiera su Perdón!
Ramón De Luna
1 de junio, 2016
Fuente: Redes de Ramón de Luna