Por FranklinOnésimoTavárezSánchez
Ayer, te vi en una actividad gremial y nos dimos un efusivo saludo, pues debido a que casi no asisto a eventos, coincidimos poco, pero por las redes interactuamos y nos mantenemos al día.
Hablamos de tus hijos/as, familia y remitimos saludos mutuos a los que quedaron en muestras casas, terminando el evento cada cual tomó su rumbo y tú volviste a tu domicilio, para besar a tu hija que salía a otra geografía a festejar su graduación que ya le decía: Hola, distante en el umbral de un mes.
Al despedirse, la casi Doctora quería que su madre tomara una cerveza para que se quedara alegre – según cuenta ahora la atribulada progenitora-,que se negó a aceptar el regalo, sin saber que esa era la última vez que volvería a ver a su hija con vida.
La noche transcurría y tú, apreciado amigo, de seguro abrazabas tu lecho, imaginando que tu hija estaba festejando su merecido triunfo, pues ella era tu orgullo. No podías imaginar que al regresar a casa, ella no alcanzaría el domicilio, pues a un escaso kilómetro el vehículo en que era pasajera se internaría en las lilas y el borde del cauce tras el chofer perder el equilibrio, desviarse del puente y alcanzar un final funesto.
Mientras todo eso acontecía, tú, sin imaginar siquiera, esperabas en casa, pero tu princesa sería la única en perder la batalla en ese accidente y a ti, hombre fuerte, académico consagrado, te tocaría el dolor de recibir su cuerpo dormido y sin esperanzas de un nuevo despertar.
Hoy la lloras inconsolable, mientras nos dices impotente: Siento una puñalada en el corazón y no es para menos, pues los padres no estamos hechos para sepultar a nuestros hijos. Pero el tirano tiempo te alineará las emociones y poco a poco la descubrirás viviendo en tus recuerdos, desde el primer día que le diste la mamila o la viste dar sus primeros pasos y ella, desde otro universo ha de guiarte convertida en ángel, pues por ella y la familia que te queda, estás en el deber de apretarte el alma y levantarte.
No te afanes por lograr la quietud, deja que el alma llore y que tus lágrimas fluyan, mientras permites que Dios tome el timón de tu vida y familia – Hombre de fe-, tus amigos te daremos sinergias.
… Aférrate a tu fe y si en algún momento flaqueas, no olvides mirar hacia el cielo, donde tu hija convertida en ángel, te dirá: Papi, te dejé el pandero y debes garantizar que mi madre y sobrevivientes te tendrán a ti, para seguir conduciendo el barco familiar y tú, de nuevo dirás:Ayúdame e instrúyeme señor, que yo obedezco para hacer sentir orgullosa a mi hija que llamaste a tu lado.
Para mi amigo Domingo Ovalles Belliard por la partida de su hija Adasa a los brazos del creador
Autor: Franklin Onésimo Tavárez Sánchez, MAM / MAE